viernes, diciembre 23, 2005

LA COSA NOSTRA


Ha leído todos los libros de Mario Puzo. Se conoce de memoria la vida de Salvatore Giuliano, apodado El Siciliano. Ha visto catorce veces El Padrino 1, nueves veces El Padrino 2 y siete veces El Padrino 3. Sus hijos se llaman Vito, Sonny y Michael. En su taller, se pueden ver fotos de Lucky Luciano, Al Capone y Frank Sinatra. A su madre la llama Mamma y a su mejor amigo Consiglieri. Se llama Julio Céspedes Concha. Es el Don de su calle, por allá, en Cerro Navia. Cree que todo ser humano tiene su precio. Es acérrimo seguidor de la omertá, la ley del silencio de los sicilianos. Los domingos se pone el terno cruzado gris con delicadas rayas negras. Le gusta que la gente lo salude con una leve inclinación de cabeza. Es un signo de respeto, les dice a sus hijos Vito, Sonny y Michael. Es amigo del cura, del dueño de la panadería y de los carabineros del barrio. Hace 2 años, tuvo que mediar en una discusión entre un par de vecinos. Una pelota rompió el vidrio de una de las casas y hubo recriminaciones, sacadas de madre y un par de amenazas de venganza. Como mediador, reunió a los padres de ambas familias rivales y el asunto terminó en el bar de la esquina entre varias botellas de vino. En señal de agradecimiento, los padres de familia le enviaron un cartón de cigarrillos Derby. Hoy Don Julio despertó algo preocupado. Tiene que enviar un mensaje y no sabe donde puede conseguir una cabeza de caballo.

domingo, noviembre 13, 2005

REWIND


Como un perro rabioso. Muere en el baño. Se desmaya. Se duermen los brazos. Flaquean las piernas. Se nubla la vista. Tose sangre. Se ahoga. Tose. Le falta el aire. Su palidez lo asusta. Se mira al espejo. Lo primero que hizo fue tener miedo y luego ganas de fumar. Recuerda la radiografía con el veredicto implacable. Entra al baño. Vuelve a caminar. Tose de nuevo. Es cosa de tiempo Al final el cigarro siempre gana. Se detiene frente al escritorio. Una vez tosió 28 minutos seguidos. A duras penas camina por el pasillo. Se levanta tosiendo. Sabía que esta noche iba a llegar. Comienza a transpirar. Tose. Se toma el jarabe. El doctor le dijo que tenía “pulmones inmaduros”. Busca el jarabe. 4:32 am. Mira la hora. Tos seca, tos de perro, tos tos. Es la tos de todas las noches. Tose de nuevo. Enciende la pequeña lámpara del velador. Se despierta escuchando el rugido de su pecho. Tose.

jueves, octubre 13, 2005

SUPER


Magdalena arrastra el carro por el pasillo de las bebidas. Fanta para los niños. Cerveza para el marido. Jugo para ella. Un dolor monumental corona su cabeza. Lleve dos y pague uno. La compra del mes siempre ha sido una tragedia. Que el presupuesto. Que las ofertas. Que esa maldita manía de ahorrar peso a peso. Esta tarde sólo sabe un par de cosas: Hoy es el día de las verduras y mañana el de la carne. Suena el celular de Magdalena frente al pasillo de los alimentos dietéticos. Es Antonio (el otro, el patas negras). La peor pesadilla de Jaime (su marido, el hombre para toda la vida). Antonio le dice que quiere terminar. Que se dio cuenta que ama a otra mujer (soltera, más joven, sin hijos) Una niña, una perra, una puta que no sabe cuanto cuesta un litro de leche. Eso se lo dice a él mientras un reponedor baja el precio del queso laminado (Antes $800 Hoy $700. Lo llevo). Una lágrima cae, a pesar que todos saben que es políticamente incorrecto llorar en un supermercado. Pero esta vez, Magdalena no aguanta más. Suelta el carro con rabia. Contra una pirámide de arvejas en conserva. Ruido infernal que llama la atención de las mujeres/clientes. Ruido infernal que hace llorar a los niños/clientes. Ruido infernal que espanta a los hombres/clientes. Rudio infernal que rompe la rutina de un supermercado cualquiera. Ahora Magdalena levanta la cabeza. Rodeada por curiosos en la entrada y salida del pasillo de abarrotes. Nadie hace nada. Nadie dice nada. Un estricto silencio entre las paredes de un concurrido supermercado. De pronto, un vértigo de imágenes: Ofertas-Antonio-Promociones-El marido-2x1-Sus niños-Tarjeta de descuento-litro de leche-puta joven-kilo de tomates. Todos juntos y revueltos en la frágil cabeza de la pobre Magdalena, quien es juzgada por decenas de ojos consumidores. Esta vez, se pregunta, quién lanzará la primera piedra.

lunes, septiembre 26, 2005

BALA LOCA


Hoy va a morir de un balazo en la cabeza. El no lo sabe. Pero así va a suceder. Mañana de día lunes/mes de octubre. La primavera en todo su esplendor. Arboles en flor. Los colores del mundo desparramados en las calles. Polen. Mucho polen entrando y saliendo por su nariz. Camina despacio. La acidez le quema el estómago. Sube por el pecho. La tráquea. La boca. Eructa. Resaca ácida de cervezas y completos de la jornada anterior. Se mueve por calle Estado. Se detiene frente a un quiosco. Compra cigarros y lee los titulares de la prensa. La selección, la modelo, la guerra. Tuerce la nariz. Estornuda. La primavera, piensa. Se suena. Día de pago. Más cervezas, más completos. Sus primeros 30 días de trabajo merecen una recompensa. Recuerda con orgullo como su papá derramaba lágrimas cuando recibió el diploma del Liceo Comercial. Recuerda con desagrado cuando ese mismo papá agarró una tijera para cortarle el pene luego de comunicarle que su polola estaba embarazada. Entra al banco empuñando su cheque de 250 mil pesos. Nominativo. Cruzado. Listo para depositar en su flamante nueva cuenta corriente. Recibe un empujón. ¡¡¡Se me tiran al suelo los conchesumadres!!! Cierra los ojos. Se le seca la boca. Estornuda. El pistolero dispara. La bala se pierde en alguna parte de su cuerpo.

viernes, septiembre 16, 2005

CITÉ


Son 12 familias. 37 personas. Todos entran y salen sólo por una puerta. La puerta se abre y se cierra cada 3 minutos. Que entran, que salen, que se devuelven, que se arrepienten. Vivo frente a esa puerta. Mi casa. Pareada. 2 pisos. 4 habitaciones. Lindo jardín. Todos los domingos ellos hacen almuerzos comunitarios. Poca carne. Mucho vino. Poca hambre. Mucha sed. Después del tinto juegan fútbol. Los 37 vecinos desparramados por el pasaje. Mujeres, hombres y niños. 2 equipos. 1 pelota. Muchos goles. Mi auto es cancha. Mi puerta también. Una vez los reté a todos. Necesito dormir, grité. Los 37 se rieron. A carcajadas. Cerré la puerta lleno de vergüenza.

Hoy la calle está silenciosa. La puerta ha permanecido cerrada. Todo el día. No hay risas. No hay tinto. No hay goles que celebrar. Anoche se echaron a uno se comenta en el pasaje. Cuchillazo al centro del corazón. El cuerpo descansa sobre la mesa comunitaria. Con el puñal tieso sobre el pecho. A vista y paciencia de las 12 familias. Los niños lo miran indiferente. Las mujeres rezan por el alma. Los hombres se escarban los dientes. Nadie vio nada. Nadie escuchó nada. A esa hora todos dormían. Apareció muerto. Acostado sobre la mesa. Azul. Frío. Fiambre. Un ajuste de cuentas a dos cuadras de una comisaría. Dicen que por cagón. Porque al infeliz se le ocurrió vender la pelota.

viernes, septiembre 09, 2005

LOCA DE PUEBLO


El papá. La mamá. El hijo. La trilogía familiar que espera el bus de regreso en una calle de provincia. El equipaje: 2 bolsos, una pelota y una bolsa de chilenitos. El Bus: Pullman. Climatizado. TV. Velocidad controlada. La hora de salida: 17:45. La hora de llegada 19:30. Inicio: Quilpué. Destino: Santiago. El papá conversa con la mamá. Un collage de temas familiares y dominicales. Mientras, el niño, pelota en mano, mira embobado la bolsa de chilenitos. Los dulces agitan su estómago y cada uno de sus deditos. Algunos pasajeros llegan con más maletas, más hijos, más conversaciones familiares/dominicales. De pronto, se escuchan las palabras que hieren. Un tengohambre tengohambre que quiebra el perfecto equilibrio del alegre sonido ambiente. Es Lalo. La loquita sucia del pueblo molestando otra vez. Ese error de Dios que todos los pasajeros en tránsito (ex provincianos, orgullosos capitalinos por adopción, que visitan a los perdedores, a los familiares que nunca encontraron la puerta de salida) quieren olvidar. La incomodidad general que parte en las nucas, baja por los cuellos, recorre las espaldas. El niño esconde sus pastelitos. La mamá hace que no ve. El papá baja la mirada. Vuelve el peor recuerdo del pueblo: La loquita es de aquellas loquitas que escoge su comida en los tarros de basura del mejor barrio de la ciudad. La loquita es de aquellas loquitas que se acuestan con los últimos borrachos del bar El Campeón. La loquita es de aquellas loquitas que van dejando fetos en los mismos tarros de basura del mejor barrio de la ciudad. El tengohambre ahora se dirige hacia la familia. El niño, avergonzado, esconde los pastelitos tras la pelota. La loquita mira la bolsa de chilenitos y el niño mira la baba amarilla que cae de la boca de la mujer. Asustado, suelta la bolsa y corre tras los brazos de su padre. Sin pensarlo dos veces, la loquita se abalanza sobre los dulces. La mamá corre con la cara asqueada. La loquita en cuatro patas devorando su presa. PASAJEROS CON DESTINO A SANTIAGO, DIRIGIRSE AL ANDEN 5… Todos hacia el Pullman. Aliviados de escapar de la loquita del pueblo. El niño mira por última vez sus pastelitos desparramados por el suelo. La loquita se limpia la boca. Ahora tiene ganas de culiar.

lunes, septiembre 05, 2005

DON JULIO


Estuve ahí. La Maga también. Me habría gustado dejarle tantas cosas. Sólo tenía un cigarro.

viernes, septiembre 02, 2005

EL REY


El rey del mote con huesillos está triste. Anoche perdió su sangre azul frente a la Casa Cena. Se metió con una cochina que le robó el alma, unas lágrimas y más de cien lucas. Después llegó a su casa y su reina lo mandó a dormir al living. El gato lo meó encima y su princesa le contó que estaba embarazada del tal Lucho. Un rey no se merece estas faltas de respeto. Menos el del mote con huesillos. Por una cuestión de seguridad nacional, dice él.

sábado, agosto 27, 2005

INTERCONECTADOS


Una niña juega en la plaza. Su padre lee el diario aburrido. La niña lo rodea, saltando en un pie. El papá no levanta la mirada. A 5 cuadras, un perro le ladra a una bicicleta. El ciclista se pone nervioso. Lanza algunas patadas para alejar al perro. El perro detiene su loca carrera. Mira al ciclista alejarse por la calle. En un kiosco, una anciana compra una revista. Se guarda el vuelto en su cartera. La vieja se sienta en el paradero. Abre la revista y empieza a leer. El ciclista pasa por el paradero. La anciana deja a un lado la revista. Llama al ciclista. El ciclista se detiene, apoya su pie derecho contra la vereda y conversa dos palabras. En la plaza, la niña persigue a un par de palomas. Su padre mira su reloj y estira los brazos. El perro camina hacia la plaza. Ladra al mismo par palomas y toma agua de una fuente. El ciclista reanuda su camino. La anciana sigue leyendo la revista. Una micro se acerca por la avenida. El ciclista se cruza con la micro. La anciana deja de leer, se pone de pie y hace parar la micro. Se sube. La niña comienza a perseguir el perro. El perro se asusta y corre alrededor de la fuente. El padre se rasca la cabeza y retoma la lectura del diario. La micro se acerca a la plaza. El perro se acerca a la avenida. La niña persigue al perro. El padre no levanta la mirada. El ciclista se baja de su bicicleta y entra a una casa. La micro acelera por la avenida. La anciana se sienta tras el chofer. El perro cruza la avenida. La niña va tras el perro. Se escucha el chirrido de unos frenos. El ciclista se da una ducha caliente. El paradero está vacío. La anciana se aferra al asiento. El padre levanta la mirada.

martes, agosto 23, 2005

POSEIDO


Se movía rápido. Tenía el chiste a flor de labios. Vendía películas piratas y sandwiches de palta a media tarde. Era junior. Junior de una agencia de publicidad. Conocía todos los dramas de la oficina. El jefe lo llamaba Willy, su mujer Memo, su madre Guillermo. Tenía 43 años. Casado. 2 hijos lindas. Estudió hasta 2ª medio, hizo el servicio militar y su plato preferido eran las vienesas con puré picante. Su primer sueldo lo gastó en un vestido para su mujer. Fue el Mejor Compañero de la Oficina durante 4 años seguidos. No fumaba. No tomaba. Bailaba apretado solo con su mujer. Andaba con La Cuarta bajo el brazo, no conocía los café con piernas y todas las secretarias le invitaban un tecito. Una suculenta Libreta de Ahorro para la Vivienda era su máximo orgullo. Jugaba al Kino, al Loto, la Pirámide y muy de vez en cuando a los caballos. Su radio favorita era la Corazón. Bueno para el baby fútbol. Todas las noches se quedaba dormido viendo Morandé con Compañía. Su único pecado era un póster de Marlene Olivarí, doblado en ocho pequeñas partes, que escondía en su libreta de pedidos. Hace 12 años había leído su último libro. Una vez escribió un poema. Su actor favorito era Arnold Schwarzenegger. Colo Colo, el club de sus amores. Contaban que era feliz. Un día escuchó una voz y la voz le pasó un hacha y el hacha lo llevó hasta la cama de los niños y los niños se convirtieron en angelitos y los angelitos llamaron a su madre y la madre pidió que la sacrificara. El despertó al otro día. En un juicio rápido, le tiraron perpetua.

domingo, agosto 21, 2005

TENGO MIEDO


Tengo miedo. El señor Sanfeliú me dijo que tuviera ojo con los derechos de autor de estos miserables cuentos. Al principio no le di importancia (quién sería capaz de robarme estas historias? Milli Vanilli? El señor Rosasco? La señora de Zurita?) Pero luego de una espantosa pesadilla, sentí miedo. Y si alguien se hacía famoso a costa de mi trabajo? Y si alguien viajara por el mundo, visitando ferias de libros, hoteles 5 estrellas, a costa de mi torpe pluma? Por lo tanto anuncio a los escasos visitantes de mi blog, que suspendo cualquier publicación hasta no saber bien como diablos los puedo proteger. Gracias y buenas días para algunos y buenas noches para otros.

lunes, agosto 15, 2005

LITERA-RUTA


(Dios te salve Norteamerica)
Jack Kerouac siempre fue un borracho. Un día, se le ocurrió cruzar Norteamérica de este a oeste, y viceversa. De aquí para allá, de allá para acá. Autos destartalados. Buses de segunda. Trenes de tercera. Entre tanto kilometraje acumulado, escribió un libro. En el camino. Años después, los medios lo convirtieron en un mito. Cuando lo llamaron de la tele, millones de niños esperaban junto a sus padres al nuevo superhéroe norteamericano. Con capa y logotipo en el pecho. Los jóvenes querían ser como él. Los padres volver a ser jóvenes. Grande fue la sorpresa. El santo caminante tenía un barril de cerveza en el estómago. Callos en las manos. Juanetes en los pies.¿El rey de los beatniks? El rey de los hueones será. De los vagos. De los acabados. Dónde está nuestro salvador? se preguntaron en California. ¿Quién diablos es ese fracasado?!!! gritaron en Nuevo México. Lo mataron, lo desterraron, lo aniquilaron antes de ir a la tanda comercial. El conductor pidió excusas a sus televidentes. Los auspiciadores amenazaron con abandonar el programa. Y los estupendos norteamericanos volvieron a sus camas. Todos a dormir tranquilos que mañana será otro día.

domingo, agosto 14, 2005

THE NIGHTSTALKER


El merodeador sale de su guarida. Camina por San Antonio. Entra a una fuente de soda. Se come un italiano. Sin ají. Sin chucrut. Sin ganas. Paga. Sigue por Estado. El merodeador sabe que esta es su noche. Se lo dijo la luna. El sol. Los calcetines. El ladrido del perro. Un diario de circulación nacional. Un aviso de champú. Al merodeador le gusta actuar como un gato. Como un perro. Como una rata. Como una sanguijuela hambrienta de sangre. De pelos. De carne. El merodeador ya eligió a su presa. A su víctima. A su trofeo: 1.65, morena, traje 2 piezas, cartera café, mirada cansada, tacos demasiado ruidosos. Ella toma la 316. El también. Ella paga su boleto. El hace lo mismo. Ella se sienta atrás. El más atrás. Ella se rasca su cabeza. El las manos sudorosas. El escenario está preparado. Pang Ping Pung. La máquina se queda en pana y el merodeador muestra la hilacha: se siente mal, se siente viejo, acabado, parece que está cansado. Un sicópata estresado. La mujer baja por la puerta de atrás. El merodeador no se levanta. La presa huye por las calles desiertas. El merodeador ya no tiene los reflejos de antes. De los años del pongo el ojo/pongo la bala/y a veces la verga. El merodeador por primera vez piensa en su muerte. Y llora. Y le da miedo. Y empieza a tiritar. Y se acuerda de su niñez. De las faldas de su mamá. Del jardín grande. De su autito de madera. De su primer asesinato en defensa propia. De los ojos del pobre tipo. De su perra suerte. Del hijo que nunca tuvo. De la amada que nunca volvió. De su pobre corazón malherido. Que ya ha dejado de funcionar. Sin pena. Sin gloria. Sin la maldita redención que esperó toda su vida.

viernes, agosto 12, 2005

CINZANO


Don Pepe espera a un costado del baño de caballeros. Está sentado en su miserable banquito de madera. Esta noche, el bar está lleno. Parejas enamoradas. Mujeres feas. Hombres tímidos. Una familia. Un niño-nieto muerto de sueño. El mozo Riveros le da la señal. Don Pepe se desliza torpemente desde su improvisado camarín. Las mesas interrumpen sus conversaciones. La cojera del artista se hace notar. Los clientes se pegan codazos. Se miran nerviosos. No saben si reír o llorar. Don Pepe ya está sobre el escenario. Pantalón blanco (se le traslucen los calzoncillos. Alguien pregunta si no se trata de un pañal de adulto. Risotada general). Camisa blanca. Botas blancas. Chaleco blanco. Chaquetilla de torero. Exceso de ropa para su escaso metro cincuenta. Un anillo en cada mano. Una gran cabeza calva-rosada-prehistórica. Su ojo de vidrio, la guinda de la torta. Don Pepe mira al guitarrista. Luego al pianista. Guitarra y piano comienzan una alocada carrera. Don Pepe Valencia -el Gitanillo del Cerro Barón- canta sobre el escenario. Como todas las noches. Como todas las últimas noches de los últimos 35 años. Granada tierra soñada la la lá. El silencio reina en el Cinzano. Ahora la voz de don Pepe manda en el lugar. Una pareja de viejos se toman las manos. Los mozos detienen sus entregas. El administrador deja de contar billetes. Un respeto demoledor que aprieta el pescuezo. 5 canciones y el bar explota de emoción. Don Pepe ha terminado su show y recibe un merecido aplauso. Aplausos. Aplausos. Más aplausos. El público de pie. Don Pepe lo ha hecho de nuevo. Su ojo de vidrio brilla más que nunca. Su cojera pasa al olvido. Su estampa crece en forma endemoniada. El público le pide un bis. Pero Don Pepe sabe que no puede. Otro artista espera su turno. Por eso, las disculpas del caso. Es la hora de su retirada. Como un ceniciento posmoderno. Hora de volver a sentarse a su banquito de madera. A un costado del baño de caballeros. A esperar. A esperar la nueva señal del mozo Riveros, las 7 lucas de paga y la sabrosa cazuela de todos los días.

TURISMO EN PORTOFINO


1
Dicen que Truman Capote y su amante Jack Dunphy llegaron a Portofino, un pueblo de pescadores situado a 30 kilómetros al sur de Génova, manejando un destartalado Renault color rojo. Dicen que bajaron varias maletas, muchos libros y 2 ruidosos perros, alterando el apacible ritmo del pueblo. Dicen que alquilaron una habitación, sobre el Ristorante Stella. Dicen que fue en aquel verano de 1953 que Capote dio los últimos toques a su obra “La Casa de las Flores” (musical ambientado en un burdel de las Indias Orientales). Dicen que una noche Jack sufrió un ataque de celos, porque Capote invitó a su habitación por un par de martinis nada menos que a Greta Garbo. Dicen que esa noche la Garbo sufrió espantosos dolores de espalda. Dicen que Truman se paseaba por las calles de Portofino con una polera muy ajustada y sucia y unos miserables shorts color caqui. Dicen que su caminar afeminado y su estampa de ángel/demonio causaba ciertos comentarios entre los pescadores locales. Dicen que Paul Bowles y Tenesse Williams lo visitaron por algunos días. Dicen que el grupo de escritores terminaba todas las noches borrachos en los modestos bares del lugar. Dicen que Portofino tiene algo especial. Dicen que por nada gente de la talla de Elizabeth Taylor, Richard Burton, Ava Gardner, Humphrey Bogart, Nietzche, Sigmund Freud, Herman Hesse, Kandisnki, Picasso, Pound y Yeats, se dejaron caer por sus encantadoras calles. Dicen que Capote fue el único turista connotado que logró descifrar el alma de este pueblo.

2
Estoy frente al edificio donde dicen que vivió Truman Capote en Portofino. Estoy de pie, frente al cartel que anuncia al Ristorante Stella, con mi cámara fotográfica, casi inmóvil, nada menos que en el lugar donde el escritor norteamericano amó a Jack Dunphy, tomó sus martinis con la Garbo, rió (y coqueteó) con Bowles y Williams. Abro bien los ojos. Las páginas de Desayuno en Tiffanys, A Sangre fría, Plegarias Atendidas, Otras Voces Otros Ámbitos se traspapelan en mi mente. Cierro los ojos. Un leve temblor perjudica el pulso. Apunto con la cámara. Disparo. Congelo un pedazo de la biografía de mi Capote.

3
Un anciano estadounidense retrata con su cámara fotográfica todos los ángulos la pequeña bahía de Portofino. Frente a él, un turista sin nacionalidad definida, mira embobado el frontis de un edificio. El gringo trata de visualizar lo que tiene paralizado al turista sin nacionalidad definida. Como no lo logra, enfoca con su cámara fotográfica y dispara una foto. Un mes más tarde, en una luminosa oficina de la ciudad de Chicago, sus colegas le preguntan por qué tomó esa foto sin sentido. El turista norteamericano no lo recuerda.

jueves, agosto 11, 2005

EUROPA, EUROPA


En Madrid recibí una tarjeta de visita de un brujo ecuatoriana que solucionaba cualquier problema amoroso. En Valencia, la pareja gay de mi primo Sebastián me regaló un perfume Dolce-Gabanna, luego de besarme efusivamente una de mis mejillas. En Barcelona vi desmayarse, con los ojos en blanco, a un catalán de 70 y tantos años en un paradero de autobús. En Milán, me topé en un café con una anciana de peluca roja, ojeras pintadas de azul y de abrigo de piel de cebra. En Génova, la zapatilla de mi pie izquierdo comenzó a emitir un sonido bastante desagradable. En Santa Margherita vi pasar a mi tío Giuse (de 83 años de edad), a más de 70 kilómetros por hora en una Lambretta color beige. En Portofino celebraron misa con un Cristo crucificado que llevaba una capucha de género negro sobre la cabeza. En Rapallo, tuve envidia de un grupo de jóvenes que bebían vino recostados sobre una roca, mientras el sol golpeaba placenteramente sus cuerpos despreocupados. En La Spezia, un viejo viejo se masturbó en la estación de trenes frente a un putito árabe que se sobajeaba las axilas. En Vernazza compré un Pinnochio por 6 euros. En Pisa tuve un dolor de cabeza monumental. En Roma me aterré con una chica de 15 años que entró violentamente a una pizzería, al parecer poseída por un demonio. En Florencia me dieron ganas de tomar la maleta y lanzarla a las aguas del río Arno. En Venecia un joven rumano me ofreció sexo rápido por 5 euros en un baño público. En París me pasaron tantas cosas: me enamoré del nombre de una estación de metro: Réaumur Sébastopol, planeé mi propio atentado terrorista a la Torre Eiffel y me avergoncé con el llanto silencioso de una joven argentina frente a la tumba de don Julio. En Londres viajé en metro con los exaltados, felices y racistas hinchas del Chelsea, equipo que acababa de titularse campeón después de 19 años de espera. En el aeropuerto de Sao Paulo caminé y caminé y caminé y no pude encontrar ningún escondite para fumarme un cigarrillo. En Santiago cerré los ojos por primera vez.

VETERANO


Un día, te tomaron por sorpresa en plena calle republicana. Comenzaba la Guerra Civil Española. Te dieron una cantimplora. Un casco. Y un fusil. A la trinchera soldado. Listo y dispuesto para matar fascistas. De noche, dejaste la cantimplora, el casco, el fusil y saltaste la trinchera. Corriste como endemoniado. Lo tuyo era Franco y sus secuaces. En la otra calle te dieron una cantimplora. Un casco. Un fusil. A la trinchera soldado. Listo y dispuesto para matar republicanos. Terminó la guerra (nunca me dijiste cuantos rojos mataste). Te dieron una medalla. Nacía tu flamante carrera militar. Meses después, te hiciste voluntario. Segunda Guerra Mundial la llamaban. Nazis les decían. Franco los bautizó como la División Azul. Te pasaron otra cantimplora. Otro casco. Otro fusil. Más allá de España te habían reservado otra trinchera. A Rusia los boletos. ¿La orden? Liberar a la Unión Soviética de la plaga comunista. Matar en nombre del Fürher. Pero algo salió mal. Viste morir a tus compañeros. Despedazados. Pero sobre todo, congelados. El fin de la guerra te pilló en Checoslovaquia. Sin la cantimplora. Sin el casco. Sin el fusil. Sin nada, salvo hambre. Pero hambre-hambre. Volviste caminando a España. A Valencia. Tu ciudad. Te dieron más medallas, más cantimploras, más cascos, más fusiles. Años después te hiciste padre de mi madre. Abandonaste tu carrera militar. Tomaste un barco con tu mujer y tus dos hijas. Cruzaste el Atlántico. Llegaste a Argentina. Volaste sobre la Cordillera de los Andes. Te radicaste en Chile. Pasaron otros años y un día te convertiste en mi abuelo. En el abuelo más duro del bosque genealógico. Hoy, mayo del 2004, te tengo frente a mí. Sentado frente a tu televisor. Sintonizando TVE. Medio sordo. Un preinfarto a cuestas. La mirada casi perdida. La rabia a flor de piel. Básicamente, un veterano de guerra. Un soldado al que entre todos los familiares le escondimos su cantimplora, su casco y su fusil. Intimamente creemos que el mundo nos debe una.

lunes, agosto 08, 2005

ORO



15-0 Tengo que pelar un cerro de papas porque mi mujer y mis hijas me piden el almuerzo del día sábado y yo embobado por la televisión que transmite un partido de tenis donde Chile se juega la posibilidad de conquistar su primera medalla olímpica. 15 IGUALES La Martina me dice que no grite más como viejo/pelao/loco y la Isabella me mira con sus grandes ojos tratando de descifrar esa, hasta ahora, desconocida pasión por el deporte. 30-15 Suena el teléfono, Massú/González se va a la red y mi madre me dice que el abuelo se está jugando el partido de su vida, producto de un nuevo pre-infarto, que lo tiene al borde del más allá. 30 IGUALES La olla está lista, un poco de mantequilla, ajo picado, las papas que se fríen, silbidos desde una galería compuesta por mi mujer y mis 2 hijas exigiendo, cual hinchas, su esperado almuerzo de día sábado sin entender que yo, cocinero-padre-hombre de radio, me dejo llevar por pelotas que van y vienen sobre una carpeta azul olímpica y ateniense. 40-30 De nuevo el teléfono, mientras las papas se me pegan a la olla, mientras Massú le reclama al árbitro, mientras mi abuelo se juega el set match point en una clínica privada, Jaime, al eterno Jaime se le ocurre asumir su homosexualidad el día en que Chile se juega las pelotas. 40 IGUALES. La Martina y la Isabella rugen de hambre y mi explicación sobre papas quemadas y homosexualidad asumida suena bastante tonta y mi mujer aburrida de este cocinero-padre-hombre de radio, las toma de un ala y se las lleva al mcdonald más cercano, mientras corro detrás de ella explicando que no me demoro nada en hacer un par de salchichas y dos huevos duros. VENTAJA ESTADOS UNIDOS La olla ha quedado inservible, mi amigo Jaime me cortó el teléfono, mi abuelo con sus pies más allá que acá, mis hijas engullendo sus cajitas felices, mi mujer pensando en como pedirme el divorcio y yo, el tonto de siempre, fumando, gritando un triste ce a che í en una cocina solitaria, cambiando de canal para ver si nos llega la suerte, esperando que Massú/González entiendan a la distancia que sólo un triunfo podrá aplacar el dolor de todas mis derrotas sabatinas. IGUALES Vamos Chile que se puede, dice el tonto del comentarista por enésima vez cuando un pelotazo azota el ventanal de la casa, cabros de mierda que hacen a esta hora jugando tenis cuando el tenis hay que verlo por la tele, antipatriotas deberían encerrarlos a todos en la comisaría de la esquina para ver si de una vez aprenden a ser verdaderos hinchas del país de la estrella solitaria. VENTAJA CHILE Suena el celular, es mi hermana preguntando por la receta de las papas a la mantequilla con ajo mientras Massú y González nos ponen en cámara sus mejores perfiles de dioses griegos, mientras Jaime debe estar tocándose la cuestión frente a sus revistas gays, mientras mis hijas le deben estar preguntando a su madre cuando fue el instante preciso en que el papá se volvió loco, mientras la madre le debe estar explicando a mis hijas que mi enfermedad es temporal, mientras mi abuelo volvía a este mundo para seguir encabezando las mesas de día domingo, mientras los niños allá afuera también se preguntan cuando fue el minuto en que el vecino buena onda de aro en la oreja izquierda empezó a peinar la muñeca. JUEGO, PARTIDO Y MEDALLA DE ORO PARA CHILE. Fin a la tortura. El cocinero-padre-hombre de radio derrama un par de lágrimas, graba en su memoria todos los detalles de este día de furia, enciende otro cigarro, apaga la tele, recuerda que el lunes vuelve a trabajar y piensa con rabia en toda la plata que González y Massú se van a echar al bolsillo por ganar un miserable y estúpido partido de tenis.

LA MICRO


Se sienta a mi lado. La micro está casi vacía y se sienta a mi lado. Bajo el volumen del walkman y cruzo los dedos. Me quedan muchas avenidas y eso me pone contento. Miro de reojo. Jeans ajustados. Polera amarilla. Zapatillas negras El movimiento de la micro juega a mi favor. La culpa es de la máquina. No de la rodilla. Se toca el pelo. Una dos tres veces. Es un signo diría la Carola. Quiere culiar sentenciaría el Mono. Ni lo uno, ni lo otro. Sólo tenía ganas de tocarse el pelo. Sube un vendedor ambulante. Sube otro. Y otro. Me ponen nerviosos. Sin querer queriendo, alteran el juego seductor de la locomoción colectiva. Ahora me toca la rodilla. Ahora yo le toco la rodilla. Este amor nace a punta de rodillazos, pienso. La micro frena. Todos hacia adelante. Todos hacia atrás. Voltea para mirarme. “Que susto”, dice. “Eh” le digo. Silencio. Silencio idiota. Pierdo uno cero. Me hago el desentendido. Miro las calles pasar por la ventana. También miro sus piernas por el reflejo. Sé que le gusto. Quiero irme al ataque. Volteo la cara. “Eres linda”, le susurro en sus oídos. “Si sé”, me dice. Que vergüenza. Dos cero. Subo el volumen del walkman. Canción llorona v/s tráfico endemoniado. Empate técnico. Me habla. No la escucho. Mueve sus labios. No la escucho. Me habla más fuerte. No quiero escucharla. Paf!!. Me saca los audífonos a manotazos. “Tú mamá dice que aquí se bajan”. Vieja de mierda. Pierdo por goleada.

lunes, junio 27, 2005

MUÑECA


Mi juguete favorito son las Barbies. Las Barbies tienen el pelo largo, como yo. Siempre andan vestidas tan lindas. Tan lindas. Yo tengo 3 Barbies. Una es negra. Por qué en Chile no hay negras? Tú me regalaste mi primera Barbie. Eso sí, la que más me gusta me la compró el Nonno. La que me regalaste tú venía con un bikini. O sea, me sirve sólo para el verano. La del Nonno es una princesa. A mi me gustaría ser princesa. Con una corona y todo. Por qué no soy princesa? Tú dices que soy, pero no tengo corona. O sea, no soy princesa. Pucha. La Vale tiene más barbies que yo. Su papá se las trae de Estados Unidos. Dónde queda Estados Unidos? Es muy lejos? Por qué no viajas a Estados Unidos y me traes más Barbies para ganarle a la Vale? Tengo hambre. Siempre me da hambre cuando hablo harto. El color que más me gusta es el rosado. La Miss Alejandra tiene una hija enfermita. Enfermita del corazón. Eso dice Miss Alejandra. A mi me da pena esa niña porque a mi a veces me duele el corazón y pucha que duele harto. También me da pena la miss porque cada vez que habla de su hija se pone triste. A veces me dan ganas de darle una de mis Barbies a la Miss Alejandra para que la Miss Alejandra se la regale a su hija. A mi me gusta el Matías. El Matías dice que las Barbies son para las niñas. Pero igual el otro día lo ví cambiándole la ropa a mi Barbie. Por qué los niños juegan siempre a la pelota? Acaso son tontos?

TAYLOR


Enciende el computador, apaga la luz, baja la persiana. Se sienta frente al teclado. Escribe la siguiente dirección web: www.galeriaspornostars.com. Una rubia de enormes tetas aparece en la pantalla. Es Taylor Wane, la famosa actriz porno inglesa. Hace doble click sobre la palabra Gallery. Se despliegan 30 fotos de Taylor. Se baja los pantalones y empieza la fiesta. Taylor Wane tocándose las tetas. Taylor Wane mostrando el culo. Taylor Wane arriba, abajo, sobre, en cuatro, de lado, entre varios, con un negro, con chino, con 2 blancos, con una amiga. Taylor Wane en una cama, en una piscina, arriba de un caballo, mojada dentro de una tina. Taylor Wane en latex, sadomasoquista, de monja, de profe, de enfermera, de mamá buenamoza. Taylor Wane aquí, allá, haciendo lo único que saber hacer, sudando la gota gorda, ganándose el pan de cada día. Termina la fiesta. Se limpia. Enciende la luz, sube la persiana, apaga el computador. Baja a la cocina. En 20 minutos debería llegar su marido. A él le gusta comer viendo las noticias.

TRECE


La blusa ajustada. La falda recta. Los zapatos de charol impecables. Ante todo dignidad. Frente a la vida. Frente a la muerte. Con sus manos toma la cuerda (sus manos parecen de hombre). Lentamente hace el nudo. Como si tuviera todo el tiempo del mundo. La palabra suicidio es una orgía de eses y heces. La pieza está ordenada. Una carta para el papi. Una para la mami. La última para el profe. Nada de lágrimas. Nada de angustia. Nada de nada. No sabe bien por qué lo hace: a) Hoy amaneció triste. b) La menstruación siempre fue un misterio. c) Juan no la quiere. d) Las matemáticas son una mierda. e) Todas las anteriores. El nudo está listo. El cuello está firme. Morir es un asunto complicado. Sobre todo para una niña de 13 años. El 13 siempre fue el número de la mala suerte. Mira hacia arriba. Mira hacia abajo. Hacia arriba queda el cielo. Hacia abajo el mundo. Salta. Profundidad amarilla. Profundidad.

DIAGNOSTICO


Se recorta el bigote. Se lava la cara. Se mira en el espejo. Tiene sida. Ese-i-de-a. Ayer lo supo. Día nublado. Alerta ambiental. Jugaba la selección. Fue a la consulta. Le entregaron un sobre. Un sobre blanco. Un sobre demasiado blanco. Lo abrió en el ascensor. Positivo. 7° piso. Cero positivo. 6° piso. Huequito. 5°piso. Colisa. 4° piso. Marica. 3° piso. Sidoso. 2° piso. Maraca. 1° piso. Maraca culiá. Suena el teléfono (el teléfono de un sidoso). Sale del baño. Es su madre. Viste el partido?. No mamá. Estuviste con restricción? No mamá. Te compraste la estufa? No mamá... Mamá, tengo sida. Silencio. Estás ahí mamá? Un gemido. Tu/Tu/Tu/Tu/Tu/. Camina hacia la cocina (la cocina de un sidoso). Se prepara un café. Se le caen los fósforos. Mira la hora. Se rasca una mano. Recoje los fósforos. Bebe el café. Se sienta a esperar. Pasan 2 semanas. El teléfono vuelve a sonar. Es la madre (la madre de un sidoso). Cariño. Si mamá? Cáncer. Lo tuyo es cáncer. Nos vemos el domingo.

ME ENCANTA TODO ESO


Roberto es casado, sin hijos. Vive en Maipú. Tiene tarjeta Presto, Paris, Falabella, Ripley, Banefe y BCI. Se compró su casita, tiene su autito, le gustaría realizar un viajecito. La semana pasada fue elegido el empleado del mes. Su jefe le dice que es un privilegiado. Que no existen los sueños imposibles. Que el cliente Mc Donald siempre tiene la razón. Aparentemente Roberto es un tipo normal. Y feliz. Por lo menos así lo cree el sicólogo de la empresa, su supervisor directo y el Payaso Ronald. Lo que nadie sabe es que Roberto odia las papas fritas, los mc combos y los sundae de chocolate. Que se ducha cada noche más de 30 minutos para sacarse el olor a fritura. Porque Roberto, aunque nadie lo sepa, tiene problemas: Su mujer lo engaña con el vecino. Su padre tiene cáncer. Nunca podrá tener hijos. Se masturba pensando en su prima Celeste. Una vez pensó incendiar el local. A veces le dan ganas de sumergir su cabeza en el aceite hirviendo. Fue él y no Gutiérrez quien introdujo el alfiler en la hamburguesa del niño que casi estiró la pata y que provocó conmoción nacional (1 millón costó el silencio del niño). Cierto. Nadie lo sabe y nadie lo sabrá. Porque Roberto es un tipo reservado. Que no anda ventilando sus problemas a diestra y siniestra. Como la loca Ramírez o el marica del Sergio. Porque todos creen que llegó a la empresa hacer carrera. A ganarse todos los títulos de empleados del mes. A conquistar el famoso sueño americano.

SOPA DE AGUA


El idiota tiene hambre. Corre hacia la cocina. Tropieza contra la pared. Un golpe. Dos golpes. Tres golpes. Todos secos. Todos golpes de idiota. La casa está vacía. Sus padres están en misa. El idiota tiene prohibida la entrada a la Iglesia. Culpa de un domingo. De un domingo de ramos. Bajarse los pantalones entre los salmos no fue apropiado. Mear a la virgen, menos. Los feligreses gritaron de espanto. Su madre de pena. El padre de vergüenza. El cura le dijo idiota. El idiota lo llamó mamón. Cura mamón. A esta hora, la cocina quieta. Una trágica taza de té sobre la mesita y la olla que hierve a fuego lento. Mientras, la misa corre suave. Fieles contra infieles. Perdones contra pecados. Justos contra injustos. A la madre le llora el corazón. Al padre el bolsillo. Al cura la culpa. Ahora el idiota quiere comerse la sopa. Ahora la madre se acuerda de la olla. Sopa. Sopa. Sopa. Comerse la sopa. Sin cuchara. Sin la fría cuchara de todos los días. Y como no hay tiempo que perder. Y como el hambre lo perturba. Manos a la obra. Y levanta la tapa de la olla. Y mira hacia a un lado. Y mira hacia el otro. Y el vapor le moja la cara. Y el estómago se retuerce. Y la boca exige lo suyo. Y el idiota esboza una sonrisa. Su ingenua sonrisa idiota. Y cierra los ojos. Y los puños. Y el alma. Y splash. Sumerge su rostro en la olla. Su rostro idiota envuelto en un grito de idiota. Silencio. Silencio en la iglesia. Por mi culpa. Por mi culpa. Por mi gran puta culpa.