sábado, noviembre 17, 2007

PASO DE CEBRA




Lo atropellan. La cabeza contra el pavimento. Un hilo de sangre por la boca. Entre las piernas: la tarjeta BIP!, la billetera, el carnet de identidad. Monedas. Muchas monedas. Fósforos, los Viceroy de siempre. Una boleta de farmacia. El párpado que se abre. El párpado que se cierra. Como suele suceder en estos casos, su propia vida en 30 segundos: su primera comunión, el primer beso robado, la fiesta de 15, los resultados de la PSU, el cáncer del papá, el orgasmo en calle Bandera, los ojos de la novia. Ahora la mirada desenfocada. El cemento frío. La sal en la boca. Las piernas dormidas. Un extraño ruido en la oreja izquierda. Cierra los ojos. Escucha voces. El conductor que niega. Palabras de consuelo. Un bocinazo. El llanto de un niño. Una sirena lejana. Los testigos de siempre. El grito de una mujer. La voz de Dios.

FENOMENO


La micro se detiene en el paradero. El monstruo sube sin previo aviso. El chofer da vuelta la cara. Molesto. Irritado. Asqueado. Los pasajeros absorbidos en sus propios pensamientos: Dejé el calefont encendido. Mi mujer es una puta. Cómo mierda llego a fin de mes. El monstruo balbucea algunas palabras. Que tiene hambre. Que se siente solo. Que la vida es larga y dura. Que la Mano, que su maldita Mano. Un dos tres, se lanza por el pasillo en busca del pan de cada día. Arrastrando los pies, el alma y la Mano. Se detiene frente a cada pasajero. El chic to chic más espantoso de la Tierra. El horror va inundando la máquina. Hombres y mujeres frente a una mano gigantesca, extraordinaria, bestial. Rostros desencajados deseando llegar a sus casas y olvidar al Fenómeno. Una función privada (y gratis) del club de los esperpentos. Una monedita (la mano que respira). Una monedita (la mano que te mira). Una monedita (la mano que le da de comer). Nadie se mueve de sus asientos. Nadie es capaz de quitarle la vista a esa injusticia de la naturaleza. El monstruo llega al fondo de la micro. Ninguna moneda. Ni siquiera compasión. Sólo vergüenza. La estúpida vergüenza de cada día. Ding dong. El monstruo toca el timbre. Se baja en el próximo paradero. Con su mano a cuestas. Con las ganas de esconderla. Con el sueño de que algún día la tijera de Dios mutile su tragedia. Los pasajeros vuelven a tranquilizarse. A esconderse en sus propios pensamientos. Que el calefont, que la puta, que el fin de mes. El monstruo se pierde en la multitud. La Mano le va indicando el camino.

sábado, noviembre 03, 2007

CEREMONIA


Se arregló la chaqueta, el pantalón y la corbata. De riguroso negro, notó el brillo impecable de sus zapatos. Se miró al espejo. Una gota de sudor le corría por la frente. Estaba nervioso y ya era hora de comenzar la ceremonia. Nunca le gustaron las formalidades. Menos las iglesias. Contó hasta tres y entró por una puerta lateral. Estaban todos. Se acercó al altar y le tomó la mano. Dijo: Te amo y te amaré por siempre. Luego, cerraron el cajón.

SORDERA


Los bocinazos. El pito del carabinero. Los alaridos de los ambulantes. Los cantos de la barra brava. El ladrido de un perro. El heladero de la esquina. La campana de la Catedral. Los garabatos del borracho de siempre. Los quejidos de la muchedumbre. Su nombre en la boca de una belleza. ¡Gastón! ¡Gastón!. La ciudad lo llamaba a gritos. Y él, como si nada.

sábado, mayo 12, 2007

ROSA


El hombre es chileno, hijo de genoveses. La mujer es madrileña, hija de valencianos. Ambos se conocieron en un barco que zarpaba desde Génova hacia Valparaíso, con escala en Valencia y en un sinnúmero de puertos sudamericanos. El hombre le echó el ojo apenas el barco dejaba atrás el puerto español. Pero su timidez exagerada lo llevaron a guardar silencio durante todo la travesía por el océano atlántico. Recién intercambió un par de palabras al atravesar el Canal de Panamá. El hombre, frente a la costa colombiana y superando todos sus temores, la sacó a bailar después de pedir solemnemente permiso a sus padres. El primer beso se lo dieron entrando a costas chilenas, frente a Iquique, en una noche despejada de luna llena. Al llegar a Valparaíso, se despidieron con un abrazo lleno de promesas. Los padres de ella miraban de reojo. El tomó un bus hacia Quilpué y ella el tren hacia Santiago. 3 años más tarde se casaron en una fea iglesia de calle El Aguilucho. Yo me convertí en su primer hijo. En un arranque de originalidad, me bautizaron con el mismo nombre de pila de mi padre. Una mañana de sol, mi madre me vio en el jardín con la mirada perdida sobre una rosa. Hoy tu hijo estuvo mirando una flor en silencio durante 10 minutos. Va a ser poeta. Dios nos libre, dijo mi padre, antes de llevarse la primera cucharada de un plato de apetitosas lentejas.

domingo, febrero 11, 2007

RECETA


Saca la carne molida y la deja sobre el mesón. Toma 6 cabezas de ajo y los corta en pequeñas rebanadas. Toma de la despensa un tarro de salsa de tomates. Abre el tarro. Un poco de sal, pimienta y hunde sus dedos en la carne molida. La amasa. Fríe cebolla picada en cubitos en un pequeño sartén. La cebolla frita la deposita en una olla. También la salsa. Pone harina en un plato. Mientras amasa, va introduciendo el ajo picado. Hace pequeñas bolitas de carne que luego son espolvoreadas con harina. Echa aceite en una gran sartén. Enciende la cocina. Cuando el aceite está hirviendo agrega las bolitas. Mientras tanto pone al fuego la olla con la salsa y la cebolla. Las bolitas de carne deben quedar doradas por fuera y crudas por dentro. En ese punto siempre ha sido estricto. Así le enseñó su madre. Coge una y la parte en dos con un cuchillo. Perfecto. Apaga el sartén y pone la carne en la olla donde hierve la salsa. Agrega un vaso de agua. Tapa la olla. Tienen que pasar 25 minutos a fuego lento para que queden en su punto exacto. Enciende un cigarro y abre la ventana de la cocina. Afuera se escucha a unos zorzales juguetear entre las uvas del parrón. Suena el teléfono en la casa del vecino. En la radio del living canta Doménico Modufno. Pasan 5, 10, 15, 20, 25 minutos. Apaga el fuego y prueba una de las albóndigas. Exquisita. Recalienta en el microondas una fuente con el puré de la noche anterior. El plato está listo. Una a una va depositando las albóndigas sobre el puré. Termina el rito con grandes cucharadas de salsa sobre el plato. Cierra la ventana, prepara una bandeja con los cubiertos, una servilleta de papel, un vaso de coca cola y el salero. Pone el plato en la bandeja y se va a la pieza. Enciende el televisor y se come sus albóndigas viendo la segunda edición del noticiario. Un rico almuerzo de día domingo. Después duerme una siesta. Lo despierta el timbre. Es su vecina. Por casualidad, ¿ha visto a mi gata Clementina?, pregunta la mujer. No, pero si la veo le aviso, contesta cortésmente. Cierra la puerta. Va a la cocina y se pone manos a la obra. La moledora de carne ya está llena de hormigas.

jueves, enero 04, 2007

CHOFER


Bautizó a su máquina como “Bella Luisa”. Cruza Santiago desde La Reina a Pudahuel desde hace 18 años. 5 asalto a cuestas, una vez le enterraron un cuchillo en el estómago que casi le costó la vida. Las hemorroides lo tienen bien jodido y las 200 lucas que saca al mes también. En la mañana es amable, en la tarde indiferente, en la noche una bestia. Lo que más le gusta es tirarle la micro a los jeeps último modelo. Lo que más odia es regresar a casa con el cuerpo podrido. Una vez arrolló a una anciana y gracias al abogado no pasó ni siquiera una noche en la cárcel. Ama los helados de piña y las rutinas de los payasos del centro. La palabra Transantiago lo tiene hasta la coronilla.

BASURA


Quince colillas de Belmont Light. Un vaso roto. Coca Cola derramada sobre un plato plástico con restos de arroz blanco y huevo revuelto. El envoltorio de un paquete de galletas Kuky. Boletos de micros (de varios colores y diferentes líneas). Grasa de bistec. Mocos envueltos en un pañuelo desechable. Un cd. Dos condones (uno roto). Una boleta de la farmacia Salco Brand. Una toalla higiénica. Cáscaras de varias frutas (plátano, pera y manzana). Una botella vacía de vino tinto. Un envase de Omo. Uñas. Una marraqueta dura. Tres latas de cerveza Escudo. Un paño con sangre (mucha sangre). Una carta arrugada encabezada por la palabra “amor”. Restos de brócoli y lechuga. Hueso de pollo. Una goma de borrar marca Staedler. La cuenta de la luz arrugada ($36.000). La cuenta del agua partida en dos (corte en trámite). La radiografía de una rodilla. El examen de sangre (nivel de colesterol por las nubes). Una cajita feliz. Un calzón con sangre. La cabeza de una muñeca. Un gato busca en la basura. EL gato pasa la lengua por el calzón. Luego, levanta la cabeza. Desde una ventana entreabierta la voz de una mujer. Una luz débil ilumina la ventana. El gato camina hacia ella. De un salto, sube a la ventana. Tras el vidrio una niña llora abrazada a su madre. La madre le acaricia el pelo. El padre mira avergonzado un album de fotografías.