
El escritor termina otro capítulo de su nuevo libro. Enciende un cigarrillo y se queda mirando por la ventana al gato del vecino. Le dan ganas de ir al baño. Tira la cadena, se mira al espejo y con una pinza se quita una cana. Baja por las escaleras al primer piso. Estornuda. Va por un par de galletas. Lava un vaso. Revisa la cuenta de la tarjeta de crédito. Se mete el dedo a la nariz. Se sienta en el sillón, enciende la tv y se queda dormido. Cuatro horas después, el vecino comenta a un canal de televisión que el famoso escritor nunca demostró tendencias suicidas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario