martes, diciembre 15, 2009

CORLEONE



En el único bar del pueblo de Corleone, Sicilia, pido una cerveza fría. El dueño me la sirve de mala gana, con la cara que anuncia claramente que los extranjerosfanáticosdelpadrino no son bienvenidos. Un poco tímido, un poco cansado, me siento en el fondo del bar a mirar como la lluvia golpea la única y sucia ventana del lugar. Sentado, reviso las fotos que he tomado del pueblo. Calles estrechas, balcones adornados con flores, un niño jugando con una cuerda, un tractor manejado por un anciano, los motorinos de siempre, la vieja iglesia, un puesto de verduras desfilan por la pantalla de mi cámara digital. Termino la cerveza y le pregunto al dueño del bar si puedo fumar un cigarro. Vietato contesta en un italiano duro. Aburrido me levanto de la mesa y pago los 2 euros que le debo. Grazie, digo y le dedico una tímida sonrisa. Prego, contesta el dueño sin mirarme.

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