sábado, noviembre 17, 2007

FENOMENO


La micro se detiene en el paradero. El monstruo sube sin previo aviso. El chofer da vuelta la cara. Molesto. Irritado. Asqueado. Los pasajeros absorbidos en sus propios pensamientos: Dejé el calefont encendido. Mi mujer es una puta. Cómo mierda llego a fin de mes. El monstruo balbucea algunas palabras. Que tiene hambre. Que se siente solo. Que la vida es larga y dura. Que la Mano, que su maldita Mano. Un dos tres, se lanza por el pasillo en busca del pan de cada día. Arrastrando los pies, el alma y la Mano. Se detiene frente a cada pasajero. El chic to chic más espantoso de la Tierra. El horror va inundando la máquina. Hombres y mujeres frente a una mano gigantesca, extraordinaria, bestial. Rostros desencajados deseando llegar a sus casas y olvidar al Fenómeno. Una función privada (y gratis) del club de los esperpentos. Una monedita (la mano que respira). Una monedita (la mano que te mira). Una monedita (la mano que le da de comer). Nadie se mueve de sus asientos. Nadie es capaz de quitarle la vista a esa injusticia de la naturaleza. El monstruo llega al fondo de la micro. Ninguna moneda. Ni siquiera compasión. Sólo vergüenza. La estúpida vergüenza de cada día. Ding dong. El monstruo toca el timbre. Se baja en el próximo paradero. Con su mano a cuestas. Con las ganas de esconderla. Con el sueño de que algún día la tijera de Dios mutile su tragedia. Los pasajeros vuelven a tranquilizarse. A esconderse en sus propios pensamientos. Que el calefont, que la puta, que el fin de mes. El monstruo se pierde en la multitud. La Mano le va indicando el camino.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

lo veo en el puente loreto los días martes y algo tan tremendo e incomprensible me sucede, creo que es el asomo al propio horror, darse cuenta de los propios monstruos, como por ejemplo, el de casi no poder mirar a los ojos a otro ser humano....
re decía que la camioneta es de alguien que no se parece nada al padre hurtado

¿y por qué nunca toca el timbre entonces?

Facinerosa dijo...

Lo vi un vez en la micro, iba con su hermano y lo que me impresionó más -además de la mano- fue el olor a copete que tenía cuando se acercó a pedirme plata. Iba cagado de risa.