jueves, agosto 11, 2005

EUROPA, EUROPA


En Madrid recibí una tarjeta de visita de un brujo ecuatoriana que solucionaba cualquier problema amoroso. En Valencia, la pareja gay de mi primo Sebastián me regaló un perfume Dolce-Gabanna, luego de besarme efusivamente una de mis mejillas. En Barcelona vi desmayarse, con los ojos en blanco, a un catalán de 70 y tantos años en un paradero de autobús. En Milán, me topé en un café con una anciana de peluca roja, ojeras pintadas de azul y de abrigo de piel de cebra. En Génova, la zapatilla de mi pie izquierdo comenzó a emitir un sonido bastante desagradable. En Santa Margherita vi pasar a mi tío Giuse (de 83 años de edad), a más de 70 kilómetros por hora en una Lambretta color beige. En Portofino celebraron misa con un Cristo crucificado que llevaba una capucha de género negro sobre la cabeza. En Rapallo, tuve envidia de un grupo de jóvenes que bebían vino recostados sobre una roca, mientras el sol golpeaba placenteramente sus cuerpos despreocupados. En La Spezia, un viejo viejo se masturbó en la estación de trenes frente a un putito árabe que se sobajeaba las axilas. En Vernazza compré un Pinnochio por 6 euros. En Pisa tuve un dolor de cabeza monumental. En Roma me aterré con una chica de 15 años que entró violentamente a una pizzería, al parecer poseída por un demonio. En Florencia me dieron ganas de tomar la maleta y lanzarla a las aguas del río Arno. En Venecia un joven rumano me ofreció sexo rápido por 5 euros en un baño público. En París me pasaron tantas cosas: me enamoré del nombre de una estación de metro: Réaumur Sébastopol, planeé mi propio atentado terrorista a la Torre Eiffel y me avergoncé con el llanto silencioso de una joven argentina frente a la tumba de don Julio. En Londres viajé en metro con los exaltados, felices y racistas hinchas del Chelsea, equipo que acababa de titularse campeón después de 19 años de espera. En el aeropuerto de Sao Paulo caminé y caminé y caminé y no pude encontrar ningún escondite para fumarme un cigarrillo. En Santiago cerré los ojos por primera vez.

7 comentarios:

De Josefa dijo...

Un gusto, Hugo, encontrarte por aquí. Me encantó leerte, buenos textos aquellos que no conocía, los otros también. Un beso.

cienfuegos dijo...

contesten el teléfono par de amigos del marqués de s.

Luciana dijo...

Tú también querías botar tu maleta en Florencia?
noooooooooo.
jajaja.
pensé que era yo no más, enojada con la pobre, porque sus ruedas se chaflaron.
(pero volvió a chile y sigue vivita y viajando)

elcieloprotector dijo...

que tiene florencia que todos quieren lanzar al río sus maletas? Pega para el próximo viaje.

Bárbara Avello Vega dijo...

que linda narración...

Anónimo dijo...

Yo creo que nunca estuviste en Europa... sólo fue un paseo por Valparaíso.

elcieloprotector dijo...

te caché melisa!!!! jejejje