viernes, agosto 12, 2005

TURISMO EN PORTOFINO


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Dicen que Truman Capote y su amante Jack Dunphy llegaron a Portofino, un pueblo de pescadores situado a 30 kilómetros al sur de Génova, manejando un destartalado Renault color rojo. Dicen que bajaron varias maletas, muchos libros y 2 ruidosos perros, alterando el apacible ritmo del pueblo. Dicen que alquilaron una habitación, sobre el Ristorante Stella. Dicen que fue en aquel verano de 1953 que Capote dio los últimos toques a su obra “La Casa de las Flores” (musical ambientado en un burdel de las Indias Orientales). Dicen que una noche Jack sufrió un ataque de celos, porque Capote invitó a su habitación por un par de martinis nada menos que a Greta Garbo. Dicen que esa noche la Garbo sufrió espantosos dolores de espalda. Dicen que Truman se paseaba por las calles de Portofino con una polera muy ajustada y sucia y unos miserables shorts color caqui. Dicen que su caminar afeminado y su estampa de ángel/demonio causaba ciertos comentarios entre los pescadores locales. Dicen que Paul Bowles y Tenesse Williams lo visitaron por algunos días. Dicen que el grupo de escritores terminaba todas las noches borrachos en los modestos bares del lugar. Dicen que Portofino tiene algo especial. Dicen que por nada gente de la talla de Elizabeth Taylor, Richard Burton, Ava Gardner, Humphrey Bogart, Nietzche, Sigmund Freud, Herman Hesse, Kandisnki, Picasso, Pound y Yeats, se dejaron caer por sus encantadoras calles. Dicen que Capote fue el único turista connotado que logró descifrar el alma de este pueblo.

2
Estoy frente al edificio donde dicen que vivió Truman Capote en Portofino. Estoy de pie, frente al cartel que anuncia al Ristorante Stella, con mi cámara fotográfica, casi inmóvil, nada menos que en el lugar donde el escritor norteamericano amó a Jack Dunphy, tomó sus martinis con la Garbo, rió (y coqueteó) con Bowles y Williams. Abro bien los ojos. Las páginas de Desayuno en Tiffanys, A Sangre fría, Plegarias Atendidas, Otras Voces Otros Ámbitos se traspapelan en mi mente. Cierro los ojos. Un leve temblor perjudica el pulso. Apunto con la cámara. Disparo. Congelo un pedazo de la biografía de mi Capote.

3
Un anciano estadounidense retrata con su cámara fotográfica todos los ángulos la pequeña bahía de Portofino. Frente a él, un turista sin nacionalidad definida, mira embobado el frontis de un edificio. El gringo trata de visualizar lo que tiene paralizado al turista sin nacionalidad definida. Como no lo logra, enfoca con su cámara fotográfica y dispara una foto. Un mes más tarde, en una luminosa oficina de la ciudad de Chicago, sus colegas le preguntan por qué tomó esa foto sin sentido. El turista norteamericano no lo recuerda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es increíble que uno de los mejores pase inadvertido... Pues bien, aca va el primero: definitivamente excelete... este tiene que estar en tu primera antología.

Saludos!

M.